La vacunación contra el coronavirus ha comenzado: la respuesta a algunas cuestiones, como la duración de la inmunidad, sólo llegará con el tiempo.
Los primeros españoles han recibido este domingo la primera vacuna contra el coronavirus, la de Pfizer y Biontech aprobada hace apenas unos días por la Unión Europea, que se administra en dos dosis separadas por tres semanas.
Tras un primer lote de 10.000 unidades se espera que las compañías envíen a España 350.000 cada lunes hasta llegar, en doce semanas, a las 4.591.275 que España ha comprado y que se sumarán en breve a las de Moderna, cuya aprobación es inminente. El proceso de vacunación ha empezado: estas son las preguntas y respuestas esenciales del proceso que ahora comienza.
¿La vacuna es segura? Efectos secundarios, bulos…
Quizás sea la pregunta esencial ante la avalancha de información sobre el coronavirus y las vacunas. Para que la inmunización frene a la enfermedad, es imprescindible que la mayor parte de la población se vacune (alrededor del 70%) y por eso uno de los pilares del plan de vacunación tan anunciado por Salvador Illa debía ser la comunicación sobre la vacuna. Hay gente insegura, y no son sólo los habituales antivacunas.
Entre quienes tienen reticencias a vacunarse están quienes dudan por la rapidez en la aprobación y quienes desconfían de la tecnología de las primeras vacunas, basadas en el denominado ARN mensajero. A los primeros, el presidente de la Sociedad Española de Vacunología, el doctor Amós García Rojas, les señala en declaraciones a Efe que si un fármaco «es autorizado por los órganos reguladores, constituidos por profesionales de muy alta solvencia científica, es porque tienen meridianamente claro que el producto es seguro y tiene los perfiles de eficacia razonable». El hecho de que el desarrollo sea rápido, señala, es un «hito histórico de la ciencia más que un demérito». El virólogo Ignacio López-Goñi recuerda en su blog que la rapidez se debe a que «la mayoría de grupos de investigación venían trabajando y ensayando» estos prototipos de vacuna «desde hace ya varios años», como sería el caso de Pfizer y Moderna con la técnica del ARN mensajero. También señala otros datos: que «jamás en la historia» se ha invertido tanto en vacunas ni ha habido tanta colaboración internacional, que se han agilizado los procedimientos y autorizaciones, solapando procesos «pero sin saltarse ninguna fase» y que las vacunas ya se estaban fabricando a gran escala antes de las autorizaciones.
Entre los segundos, se ha extendido un bulo sobre los supuestos efectos a largo plazo de las vacunas basadas en esta tecnología, a través de la cual se induce a nuestro cuerpo a fabricar proteínas del virus que luego activan la respuesta inmunológica. A quienes sostienen que la vacuna de ARN podría insertarse en nuestro genoma, el científico del CSIC José Miguel Rodríguez Frade les responde que «es imposible por completo que estas vacunas de RNA se vayan a integrar en ninguna información genética, ni vaya a transmitirse a nuestros hijos. Es cien por cien imposible». El investigador recuerda a LD que aunque es una tecnología novedosa en vacunas humanas, no es nueva para los científicos y se ha comprobado «en laboratorio» y con animales que «no es posible en absoluto». Y si hubiera la más mínima sospecha no habría seguido adelante porque «en todos los ensayos clínicos es algo que está prohibidísimo» y «muy controlado».
Los científicos José JIménez y Ana María Ortega Prieto, del Kings College London, también explican en un artículo publicado en The Conversation las razones por las que estas vacunas no pueden modificar nuestro genoma, entre ellas que el ARNm se degrada muy rápidamente y que no entra en contacto con el ADN de las células, algo que se repite en los artículos científicos que aluden a este tipo de vacunas y en los que se ensalza alguna de sus ventajas, como que es muy fácil producirlas (por eso son las primeras). «No hay ninguna evidencia científica en base a lo que conocemos sobre biología molecular que indique que el ARN mensajero usado en las vacunas frente a la COVID-19 pueda tener la capacidad de alterar nuestro genoma», apuntan. Lo mismo indica la FDA, la agencia estadounidense del medicamento, sobre la vacuna: «Esta tecnología se ha usado en otras investigaciones que han incluido ensayos clínicos con humanos. La agencia no tiene una preocupación específica con las vacunas que incluyen esta tecnología».
A estas dudas previas se va a sumar, previsiblemente, el goteo de informaciones sobre efectos adversos según se vaya vacunando la población, algunos relacionados con la vacuna y otros no. En los pocos días que han pasado desde que comenzara a suministrar, primero en Reino Unido y Estados Unidos, ya han llegado informaciones que han generado alarma, como las primeras reacciones alérgicas. Conforme avance el proceso y primero cientos de miles, y luego millones de personas reciban la vacuna, es de esperar que se registre algún efecto adverso importante, como ocurre con otro tipo de medicamentos. «Ningún medicamento es 100% seguro en toda la población, porque cada uno de nosotros somos diferentes«, recuerda López-Goñi, que lo contrapone a lo que sí conocemos: los muertos de la covid 19, las miles de personas que tienen secuelas y las consecuencias económicas que está teniendo.
Lo que sí se conoce de momento, según lo revelado por los ensayos clínicos, es que los posibles efectos secundarios son leves y similares a los que producen otras vacunas, como dolor o hinchazón en la zona del pinchazo, dolor de cabeza, fiebre o cansancio. Quienes los han sufrido piden que también se hable de ellos y que se avise de que son normales y relativamente frecuentes.
¿Quién se vacuna primero? ¿Cuándo me tocará a mí?
Sobre los plazos para vacunarse aún está todo en el aire: se sabe quiénes serán los primeros (ancianos en residencias, personal sanitario en primera línea, personal socio sanitario y grandes dependientes) pero no a quién le llegará después, aunque cabe suponer que entre los segmentos de población prioritarios estarán las personas mayores de 65 años y los que tengan alguna patología de riesgo. El plan de vacunación de Sanidad incluía tres fases y la que se emprende ahora es la primera; según el ministro, la prioridad del resto de grupos vendrá determinada por el tipo de vacunas que vayan llegando, entre las que están la de Moderna, la de Janssen y la de Oxford, entre otras. Como en todo en lo referido a la gestión de la pandemia, también es previsible que pueda haber diferencias según la autonomía al estar transferidas las competencias. Por el momento, en esta fase se va a optar por los centros de salud como puntos de suministro y el traslado de equipos sanitarios con la vacuna en residencias, pero para las fases siguientes está casi todo por hacer y por decidir.
En cuanto a situaciones especiales, hay grupos de población sobre los que aún persisten dudas y puede que por ello sean los últimos en vacunarse. Es el caso de embarazadas y madres que dan el pecho, sobre las que no hay datos sobre la fase 3. Tampoco los hay sobre los niños, puesto que los ensayos se practicaron sobre sujetos mayores de 16 años. En cuanto a la gente que ya ha estado en contacto con el virus, la FDA señala que en los ensayos clínicos, un 3% de los participantes había pasado la enfermedad y también en esos casos la vacuna los protegió frente a posibles reinfecciones. Por lo tanto, se espera que también a ellos se les suministre la vacuna.
¿Nos podremos quitar la mascarilla?
Esa pregunta quizás sea la más preocupante en torno al proceso que comienza ahora: los mensajes excesivamente triunfalistas pueden generar la percepción, equivocada, de que todo se ha acabado o está a punto de acabar y las precauciones se relajen. Hay varios motivos por los que durante por lo menos unos meses tendremos que seguir llevando mascarilla:
- No se sabe cuánto dura la inmunidad: aunque los datos de eficacia de la vacuna son esperanzadores y muy superiores a lo esperado, más de un 90%, sólo el tiempo dirá cuánto dura la inmunidad que proporcionen. Se espera que futuras vacunas de segunda y tercera generación, basadas en el virus completo puedan proporcionar una respuesta inmune «más robusta», como apuntó a LD la inmunología del CSIC Matilde Cañelles. Por el momento, estas vacunas permitirán «ganar tiempo», quizás unos meses, a la espera de nuevas vacunas o fármacos. Tampoco se conocen otros datos importantes, como si protege igual a adultos jóvenes que ancianos.
- No impiden la transmisión: los datos proporcionados por los ensayos de la vacuna apuntan que se evitan los casos más graves de la enfermedad pero no que se evite la infección, es decir, podría ocurrir que a pesar de la vacuna una persona se infecte y pueda seguir transmitiendo el virus. Por ello, habrá que seguir llevando mascarilla y seguir tomando precauciones de forma tan estricta como hasta ahora.
¿Cuándo se acabará todo?
Illa y otros políticos hablan de este día como el del «principio del fin», pero la fecha de fin sigue siendo incierta. Además, tampoco está claro que significa ese «fin»: si nos referimos a una cierta normalidad, sin el riesgo continuo de una saturación hospitalaria, quizás esté cercano si estas vacunas funcionan. Si se alude al control del virus, no tanto.
Si las vacunas tienen la eficacia prometida, médicos como el doctor García Rojas apuntan al verano como fecha en que se consiga una cierta normalidad, cuando quizás se alcance el 70% de población vacunada necesario para llegar a la inmunidad de rebaño, capaz de frenar la propagación del virus. Pero recuerda que eficacia no es lo mismo que efectividad: «La primera se mide siempre en condiciones ideales, con grupos controlados. Otra cosa es cuando empiezas a aplicarla masivamente en la población, cuando, a lo mejor, la eficacia puede bajar un poquito, o no».
Pero que se puedan relajar las medidas de protección no significa que el virus vaya a desaparecer: como explicó a LD el virólogo Mariano Esteban, es de esperar que el virus continúe circulando al menos dos años. No se logrará la inmunización de la población mundial en pocos meses: eso hará que aunque sí se inmunice a buena parte del mundo desarrollado, el virus siga circulando en otras zonas y puedan darse brotes.
¿Y las mutaciones? ¿Pondrán en riesgo las vacunas?
La semana en que ha llegado la vacuna a España ha sido también la de las informaciones sobre la existencia de una nueva variante en Reino Unido, más contagiosa. Las noticias iniciales y las declaraciones de las autoridades británicas fueron matizadas por científicos que recordaron que aún nada está probado y que no es una variante más peligrosa.
Entre los datos que alarmaron estaba que esta variante, una entre las miles que se han generado desde que apareció el virus, acumulaba varias mutaciones en la proteína Spike, la que usa el virus para infectar en las células humanas y diana de las vacunas de Pfizer y Moderna, entre otras. Ello ha llevado a que se especulara con la posibilidad de que afectara a la efectividad de las vacunas. Uno de los creadores de la vacuna de Pfizer afirmó que lo estaban estudiando aunque lo veían poco probable. Tampoco lo ven muy probable el doctor García Rojas porque las vacunas actúan sobre la «proteína completa», que, como recuerda el investigador Rodríguez Frade, es muy grande. En cualquier caso, el riesgo cero no existe y por ello se vigilan las variantes que aparecen y se intenta evitar situaciones, como las granjas de visones, que dan al virus más oportunidades para mutar.