Podría pensarse que el verano no es la época más propicia para separarse. Sin embargo, no es así. En principio se trata de una temporada de esparcimiento, de viajes de placer y descanso, por tanto una temporada en la que la pareja puede relajarse y solucionar problemas que venían arrastrándose a lo largo del año
Lo cierto es que a pesar de lo que muchos piensan ocurre todo lo contrario. Las épocas de descanso o vacaciones son momentos en los cuales, muchos de los males larvados saltan a la luz, y lo hacen de una manera sorpresiva y a veces hasta violenta. La depresión, las discusiones continuas y carentes de sentido, los reproches, pueden multiplicarse durante las vacaciones, lo que hará que el deterioro de la pareja se profundice aún más. La frustración es precisamente una de las razones del fracaso; cuando uno de los miembros de la pareja (o los dos) esperan una cosa, ocurre exactamente la contraria.
Puede parecer paradójico, pero son durante las vacaciones cuando se dan estos y otros problemas, como depresiones sobrevenidas tras largos períodos de estrés laboral. En el mundo de la pareja, también se dan otros factores. Puede que tengan sus dudas antes de empezar las vacaciones, o estén ya decididos a separarse. Si no lo hacen antes de las vacaciones, el motivo suelen ser los niños. Cuando existen menores a cargo de la pareja, en ciertos casos los períodos veraniegos son intocables, tanto como los viajes a la playa, a la montaña o la realización de actividades no factibles durante el resto del año.
Los padres que no quieren cortar en seco las sagradas vacaciones, esperan a su finalización para contar con los abogados expertos en divorcios que les asistirán durante todo el proceso. Un proceso, por cierto, que puede ser tan breve o tan largo y costoso como decidan los propios interesados, cuyas opciones están claras: o divorcio de mutuo acuerdo (más barato y más corto) o contencioso (más caro y que puede demorarse por mucho tiempo).